lunes, 3 de noviembre de 2008

REGRESO

allí están la ciudad y los comienzos
allí empieza el final
-no ladres, perro-
me acerco cautelosamente
en la ciudad no hay otoños
no crujen mis pies descalzos
con las hojas moribundas
quiero llegar a la plaza de la pequeña iglesia
la que en su puerta tiene el eterno obituario
me acerco cautelosamente
pero las piedras no duermen
las piedras de la vieja torre
las piedras que dan paso a los carros trepidantes
las piedras que dan voz
a las aguas de la fuente
vigilan mi lento caminar
como una sombra desgajada
de alguien que no es
nunca visteis los ojos silenciosos de las piedras
pero ellos nos vigilan
sus retinas de sílice
están detrás de la fugaz lagartija
y contemplan cómo
me acerco a la plaza antigua
la de la pequeña iglesia
donde aún quedan los ecos de mis juegos
allí risas, allí el murmullo de las viejas
las ventanas con claras murallas de hierros
celan la luz y las miradas
detrás sigue estando ella
-o quizás no, es tan antigua la plaza-
llegué: aquí empieza el final
en las viejas piedras verdes
en el eco nocturno de las risas, de sus risas
quiero descansar detrás de las herradas ventanas
dormir en el vuelo de los vencejos
morir en el agua callada de la fuente
tumbarme al lado de ella
escuchar juntos el murmullo de las viejas
-pero, tal vez, ella no esté
es tan antigua la plaza-
descansar de mi pequeña muerte
y seguir de nuevo hasta el principio.



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