Cuando los ciegos caminos de la noche
se encienden bruscamente, como ojos o libélulas,
conozco entonces, de repente,
la heladas dimensiones de tu ausencia.
Marcados en el polvo de otras huellas,
firmes como rocas nacidas de las hojas vespertinas,
son mis pasos como llagas de alguien que nos separa.
Antes tú; ahora el vacío.
Y entre ambos un camino pavoroso
con dos márgenes como en llamas.
De mi noche a la vida fuiste víacrucis,
como ahora lo sería tu voz truncada.
Te recorrí y morí mis tres caídas
tras la sonoridad candorosa de tus pasos.
Al final de este camino, nocturno, deshabitado,
tú, pequeño gólgota, me esperas,
como luna o cuchilla deshojada.
Tú y tu cruz no mancillada.