
se desgranan en inacabables series
que pretenden alcanzar la canónica forma de la hipérbola,
como brazos extendidos a la nada.
En el foco -de la hipérbola, rama superior-
el narcorrostro,golpeado por cabellos como arpas,
cuyas armonías penetran en los ojos, ojos verdes,
-del color de la rana de San Antonio,
santo patrón de los Enamorados-
del color de la lujuria y de las bilis del alba.
Por lo demás, el correcto óvalo incinerado e incierto,
tantas veces venerado, siempre me trae, al contemplarlo,
recuerdos de cementerio, de las atroces fotos que, sepias,
contienen como placentas a los seres retratados.
Y en exacta simetría, de nuevo el foco
-de la hipérbola, rama inferior-
es ocupado por el dicotiledóneo fruto de un sexo,
carnal aunque descarnado,
fuente de antiguos flujos, tantas veces libados,
en exacta homología con las veneraciones del incinerado e incierto rostro ovalado.
Y penetrando en la nada, sus piernas,
que me entrelazan y me arrastran y me hunden en la tierra
,como asíntotas quebradas,
desmontadas de sus ejes,
ajenas a las mañanas.
Pero amo este sexo, arco fajón de mi vida,
en cuya clave dorada se lee aquella inscripción:
(LASCIATE OGNI SPERANZA, VOI, Q`ENTRATE...)
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