sábado, 4 de octubre de 2008

RETRATO DE MI AMADA CON FIGURA DE HIPERBOLA

Los pechos desvestidos, hermosos como labios leporinos,
se desgranan en inacabables series
que pretenden alcanzar la canónica forma de la hipérbola,
como brazos extendidos a la nada.
En el foco -de la hipérbola, rama superior-
el narcorrostro,golpeado por cabellos como arpas,
cuyas armonías penetran en los ojos, ojos verdes,
-del color de la rana de San Antonio,
santo patrón de los Enamorados-
del color de la lujuria y de las bilis del alba.

Por lo demás, el correcto óvalo incinerado e incierto,
tantas veces venerado, siempre me trae, al contemplarlo,
recuerdos de cementerio, de las atroces fotos que, sepias,
contienen como placentas a los seres retratados.
Y en exacta simetría, de nuevo el foco
-de la hipérbola, rama inferior-
es ocupado por el dicotiledóneo fruto de un sexo,
carnal aunque descarnado,
fuente de antiguos flujos, tantas veces libados,
en exacta homología con las veneraciones del incinerado e incierto rostro ovalado.
Y penetrando en la nada, sus piernas,
que me entrelazan y me arrastran y me hunden en la tierra
,como asíntotas quebradas,
desmontadas de sus ejes,
ajenas a las mañanas.
Pero amo este sexo, arco fajón de mi vida,
en cuya clave dorada se lee aquella inscripción:
(LASCIATE OGNI SPERANZA, VOI, Q`ENTRATE...)

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