
Hoy ha tenido la tarde olor a castañas asadas y el calor del papel de estraza que entibia nuestras manos ateridas. Castañas asadas, cálido pórtico de la noche, cuando algunos ya regresan a ese otro calor más íntimo del hogar y otros demoramos el calor del rústico envoltorio, para que con él, el frío de nuestro cubil sea promisorio de nuevos calores, de algún cuerpo al que, como a la rural castaña, despojemos con manos delicadas de su atuendo y disfrutemos golosamente de su carne.
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