Tiene la noche celajes de bruma inhóspita, como un osario de hielos diminutos que buscan refugio en el calor de nuestros cuerpos. Cuajan los hielos, calladamente, inexorablemente, en las ramas delgaditas de los árboles, que ya han perdido las hojas. Verdor ya muerto, dorados transitorios que son ahora tapiz y, como traídos por ángeles de cementerio, estos cristales de hielo que mañana serán el tracerío de una bóveda efímera y suntuosa. El magnífico domo que la naturaleza se erige para su propia veneración.
viernes, 12 de noviembre de 2010
Tendrá la noche...
Tiene la noche celajes de bruma inhóspita, como un osario de hielos diminutos que buscan refugio en el calor de nuestros cuerpos. Cuajan los hielos, calladamente, inexorablemente, en las ramas delgaditas de los árboles, que ya han perdido las hojas. Verdor ya muerto, dorados transitorios que son ahora tapiz y, como traídos por ángeles de cementerio, estos cristales de hielo que mañana serán el tracerío de una bóveda efímera y suntuosa. El magnífico domo que la naturaleza se erige para su propia veneración.
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