lunes, 28 de diciembre de 2009

ORACIÓN



Un día más cierro la puerta de mi herida,

y corro el cerrojo de sus hojas como garras,

hojas de plomo que yo mismo fundí en grave noche.

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Un día más nadie vino a restañarla con mano suave,

ni mi sangre ha hecho fecunda alguna tierra estéril.

Un día más, Señor, ¿qué has hecho de mí?

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Me pudro en el fondo de mí mismo,

ya tan hondo que mis ojos no distinguen,

tan apenas, la luz redonda de mi boca.

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He dejado de gritar, pues mi voz sólo retumba en el silencio

y lo destruye como a un negro cristal que no resuena,

como a una arquitectura desosada, colgada de una luz vertiginosa.

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Ya no distingo el sueño de la noche de aquel otro de la muerte

y mis manos sólo palpan los abruptos minerales que me acosan,

disputándome este hueco que ahora ocupo, ínfimo vértice de la nada.

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Si al menos fuese agua cristalina mi yacija,

agua que aún conserve en sus entrañas

el fulgor de alguna luz, como ojos no cerrados.

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Si no cruces, sino rojas llamaradas fuesen mi flagelo,

entonces, Señor, resistiría este olvido que me espanta

y me confunde: el olvido de ser hombre.
















3 comentarios:

Manel Aljama dijo...

Un poema muy desgarrador e hiriente.
En el quinto verso parece que habla alguien que está enterrado. Se insiste en el siguiente.
Está lleno de imágenes terribles e impactantes pero también, bellas como "cerrojo de sus hojas como garras"

Duna dijo...

Se me ha encogido el alma y la he dejado prendida en tus versos.

Igualmente ha sido una suerte llegar este, tu sitio.

Besos.

Nómada del Mundo dijo...

Desgarradoras letras, que parecen nacer en algún oscuro y tétrico lugar del corazón. Debo decir, que nos soy aficionado a la poesía, aunque alguna vez me haya atrevido a escribirla, y que disfruto más de este tipo de lírica, que la puramente bella o, cómo decirlo, positiva... Vaya, me quedé sin palabras.

Vamos, que será por mi predisposición al dramatismo...

¿Qué sé yo?

Me ha encantado.