viernes, 15 de octubre de 2010

ET LUX IN TENEBRIS LUCET

En el principio fue la sombra
y de ella nació el ángel.


Ángel violento y oscuro: ángel

que luego habitó entre nosotros


como metáfora inconsciente del pecado.



Somos Ángeles de sombras,


viejos, salvajes minotauros,


refugiados en el último negror


de nuestro más íntimo laberinto,


ausentes de claridades,


esperando a la doncella votiva


o al Teseo redentor.



Somos como rosas de sombríos pétalos


o gélidos aceros deshojados.


Una luz, sin embargo, nos acecha,


una luz pequeña y grávida:


aquella del amor firme y callado


que un día disolverá la sombra.



Una luz nacida, como el ángel,


de las oscuras tinieblas, nos espera


en algún ignorado rincón


de nuestro tortuoso ámbito.


Y en dulce entrega nuestra bestia


comerá de la luz así ofrecida.

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