martes, 27 de enero de 2009

BÚSQUEDA DE LA LUZ





“En la noche, había tiempo entre los adioses”
Carlos Fuentes




En imprevista madrugada me naciste:
como un súbito placer,
como un orgasmo inesperado.

Era entonces la ciudad y su extravío:
su asfalto y sus catalpas moribundas.
Y confundí los neones con tus ojos.

Eras la ciudad y sus exactas ecuaciones.
Eras las metálicas trepidaciones y sus ecos
Eras el sonido sincopado de los claxons.

Eras el vértigo de las grúas,
el agua verdinegra de detritus
eras el odio en los ojos del mendigo.

Oh máscara de ónice y coral:
cómo no supe ver tu cabello de Medusa
cómo no rompí los espejos de tus labios.

Porque en ellos me ví bello y acogido
y yo buscaba entonces aquel útero ausente
donde guardarme de las turbias madrugadas.

No músicas me brincaban en las venas
no los vinos, no las flores armoniosas.
Sólo tus cópulas habitaban en mis huesos.

Éramos fiebre. Éramos roncos gemidos.
Pero no: sólo yo era mi fiebre
y tú nunca gemiste de placer entre mis brazos.

Ahora, limpio, junto al mar, ebrio de sol,
yo te abomino y te desprecio.
A tí y a la ciudad que te creó.

En una débil barca, mar adentro,
donde el reloj convoca sólo a pájaros
quiero olvidar tu mirar vacío,
mirar de muerte.




1 comentario:

Manel Aljama dijo...

Me gusta la imagen que consigues crear en estos versos
"Y confundí los neones con tus ojos."
"cómo no rompí los espejos de tus labios."

Y sobre todo el final, los cuatro últimos versos.